¿No hay banquillo?

Primer banquillo de la UD Almería durante el partido amistoso en Águilas

Primer banquillo de la UD Almería durante el partido amistoso en Águilas

A la hora de opinar no existen las mentiras porque cada uno expresa su verdad y por tanto no hay lugar a la sospecha; pero sin embargo sí existen los errores y estos hay que combatirlos en la medida en la que sea posible. Cuanto menos combate, menos argumentos. Y viceversa. No es el caso. Servidor está cansado de escuchar y leer un mismo argumento que, a base de repetirlo, intentan convertirlo en una realidad que ni mucho menos es cierta. Tan cansado como aquello que escribí antes de empezar la temporada sobre el debate del gol rojiblanco y que el tiempo ha dado y ha quitado razones (seis goles en cuatro partidos). Cuando no se gana siempre se busca un culpable. Y en este caso el culpable, dicen, es el banquillo pero yo, digo, que no es cierto.

Examinar un partido en función del resultado es fácil e injusto a partes iguales. Si se gana, todo bien. Si se pierde, algo falla. Cuando lo cierto es que hay victorias que dejan dudas y derrotas que resuelven incógnitas. Un ejemplo cercano en el tiempo son las palabras del entrenador del Valencia CF, Djukic, tras la derrota ante el Barça: «Cuando juegas de tú a tú contra el Barça, aunque pierdas, sales reforzado para el siguiente partido».

Con las sentencias que suelen hacerse respecto a los banquillos pasa tres cuartos de lo mismo. Me resultan vacíos y torticeros esos análisis sobre jugadores que salen en los minutos finales y que no consiguen su propósito, y que lapidan a futbolistas en la plaza pública centrando el foco únicamente sobre ellos. No es justo cargar contra un recambio que se usa como último cartucho cuando las cosas no van del todo bien. Y hay mil ejemplos, pero también me vale otro relativamente cercano: Rafa Chumbi. El ex de la UDA nunca tuvo la tranquilidad de 90 minutos por delante para buscar el gol con pausa; cuando se le usó fue para bailar con la más fea cuando el tiempo achuchaba y el marcador ahogaba. ¿Era válido? Nunca lo sabremos. Ojalá y pudiéramos comprobar la cifra de goles y de espectáculo de los Messi y Cía si salieran siempre desde el banquillo y en el 85′.

Dicho todo lo anterior, que toca de soslayo el tema en cuestión, me adentro en el debate. ¿Por qué no hay banquillo en la Unión Deportiva Almería? ¿Qué jugadores valen y qué jugadores no valen? ¿A quién se le queda grande este barco? Todavía no he leído nombres y apellidos. Solo esa expresión vacía y generalizada de «no hay banquillo en el Almería» que intenta transmitir un mensaje concreto que no termino de captar. Torpeza mía, supongo. Acierto ajeno, espero. Al parecer esas voces críticas han visto de cerca a Torsiglieri en la mediática liga ucraniana, recuerdan a la perfección el fútbol de Nelson en el Betis y Osasuna y han analizado profundamente la temporada de Óscar Díaz en el Lugo. Por poner varios ejemplos.

Transcurridas tres jornadas ni se debe decir que la plantilla es perfecta ni que es imperfecta porque se corren demasiados riesgos; qué menos que esperar a las doce o catorce primeras jornadas y qué menos que esperar al mercado de invierno para valorar qué hace falta y qué sobra. Una conclusión es algo mucho más serio que una sensación. Cuando los jugadores rojiblancos vayan teniendo minutos -minutos de verdad- será el momento perfecto de valorar y de sentenciar. Ahora, sin embargo, es prematuro. A Rafa Chumbi -por seguir con el ejemplo anterior- no se le puede etiquetar de absolutamente nada porque nunca pudo demostrar su forma de bailar; él siempre entró con la fiesta empezada y la música puesta y normalmente demasiado acelerada como para gustarse y por ende para obtener conclusiones sobre su figura.

No tengo argumentos para prever qué sucederá en ese futuro inmediato que algunos ven con tanta nitidez, aunque sí manejo variantes que al menos me hacen otorgar el beneficio de la duda. Aspectos que seguramente no tienen peso, que no acaparan portadas y que pasan desapercibidos pero que sin embargo son palpables; aspectos que están en el día a día, que existen y que se producen y que conviene sacarlos a la luz y que desde luego no apoyan esa teoría que niego tajantemente.

La película de los jugadores titulares la estamos viendo cada fin de semana: trabajan como leones, convencen a Francisco y exponen sus argumentos brillantemente durante el partido. La película de los reservas se ve codificada porque, los que han salido a jugar, se han encontrado con mil circunstancias negativas que han cambiado el marcador -un autogol, un penalti riguroso, una expulsión, un fuera de juego, un tiempo cumplido-. Y la película de los que no han jugado todavía ni se tiene en cuenta y además se les machaca.

Esos que hasta ahora han salido como reservas o que se han quedado en la grada están siendo ejemplares. Ejemplares porque trabajan en la sombra, ejemplares porque si el entrenamiento comienza a las nueve y media de la mañana algunos están antes en el gimnasio y ejemplares porque no aceptan su rol sino que luchan para cambiarlo. Profesionales que quieren estar a la altura de las circunstancias cuando llegue su momento -que llegará- y que no merecen esa frase fácil e hiriente de «no hay banquillo». La frase se puede entonar pero mi postura es que es difícil de sostener. A esos que han seguido con tanta atención la liga ucraniana les invito a asistir a cualquier entrenamiento; ahí verán la profesionalidad de un futbolista, la predisposición de un jugador y la solidez de un bloque a la hora de entrenar. Eso no garantiza absolutamente nada a la hora de jugar un partido oficial pero sin duda contribuye a afrontarlo. Todo ese esfuerzo, ilusión y entrega no se puede esfumar en una frase simplista como «no hay banquillo». Y jamás un tres de septiembre.

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